Diagrama

Maria A. Iovino
Diagrama, NC Arte Bogotá, 2013

Es bastante extendida la idea de que hay mayor conceptualización o carga ideológica en la creación abstracta que en la que no lo es y, por esa misma razón, suele considerarse que la propuesta abstracta es más exigente en términos intelectuales. Lo que se deja de atender en esta interpretación es que toda noción sobre la realidad también es una conceptualización y, por lo mismo, una creación generada a partir de abstracciones.

Un buen ejemplo acerca de la articulación de abstracciones sobre la cual se edifica la materialidad o el mundo que llamamos concreto lo ilustra Peter Galison en la conocida investigación Relojes de Einstein, Mapas de Poincaré. Este historiador de ciencia reconoce en ese texto como un impulso que potenció la formulación de la teoría de la relatividad el hecho de que Einstein trabajara en ese momento en la renombrada oficina de patentes en que empezó su ejercicio como profesional. El trabajo del físico en aquel entonces consistía en analizar, desbaratar y volver a armar relojes – fundamentalmente-, a fin de comprobar su correcta confección y funcionamiento, antes de que les fuera otorgado un permiso de comercialización responsable. Era el momento histórico en que se ampliaba el uso de relojes, públicos e individuales, y en el que la medida de tiempo unificada en el meridiano de Greenwich extendía raíces a nivel planetario, en medio del desarrollo de los primeros proyectos de conexiones mundiales.

Deconstruir hasta sus últimos extremos los mecanismos del tiempo creado por cuestiones prácticas, fue el ejercicio a partir del cual Einstein pudo llegar en forma más directa a lo enteramente abstracto, para generar desde allí, ecuaciones que contribuyeran a entender a la energía, como a su comportamiento y movimiento en el infinito, fuera de la línea de tiempo. Esas lecturas derrocaban sin más, la interpretación de un tiempo absoluto desarrollada por Newton y sobre la cual se basó por varios siglos la concepción de la vida en los más diversos campos. No obstante, a pesar de tan significativas reevaluaciones esa interpretación aún pervive entre múltiples contradicciones.

Por lo general se olvida que la realidad existe en la medida en que ha sido creada con base en las observaciones de los distintos individuos y en las del colectivo que ellos conforman y que, por ese mismo motivo, ella depende del contexto y del alcance de la visión o de las visiones que la enuncian.

Las formas que adopta la realidad tienen que cambiar cuando se agota su oportunidad o su función, dando lugar entonces a distintos momentos en la línea que se traza con el relato que conocemos como historia. No obstante, lo cierto es que los reemplazos ideológicos o formales no ocurren fácil ni consensuadamente sino entre fuertes debates y contradicciones, puesto que la tendencia es que los mecanismos prácticos se petrifiquen mientras se instala familiaridad con ellos.

Las convenciones se establecen justamente por razones de conveniencia y el riesgo entonces es que los hábitos borren la memoria de las condiciones que les dieron origen y entretanto, cieguen la duda hacia ellas, hasta que llegan a concebirse como lo normal, lo verdadero o sencillamente, lo correcto e incuestionable.

El arte es el territorio en el que, a través de metáforas y de llamadas a la observación detenida, se recuerda continuamente que el mundo esencial, que es el que nos sotiene, no tiene formas ni límite alguno, y que es imposible en tanto, asirlo entre los bordes conceptuales. Todo contacto con el universo esencial se logra a través de conmociones o del llamado a sentimientos que remueven lo profundo del ser, cuestión a la que se puede acceder desde las más diversas perspectivas y siempre de la mano de la belleza.

Con un lenguaje particular, que se puede ubicar entre lo realista y lo abstracto, Marcius Galan señala insistentemente que todo lo que se admite como concreto viene de la nada y que, en esa medida, las cosas o la ideas son, antes que cuerpos o formas, un asunto mental. Así, realismo en el trabajo de este artista se entiende como carga histórica o de conocimiento sobre los objetos o las imágenes.

De muy distintas maneras Marcius Galan hace comprender los engaños que comporta la percepción ligera o el acatamiento sin reflexión de las proposiciones acerca de la perfección o de lo real, haciendo claridad al mismo tiempo en el hecho de que se tiene por dado un mundo que no existe en términos concretos. Es decir, que se toma como decisivo a un mundo que sencillamente es un planteamiento abstracto y variable, como todos los que soportan la vida práctica.

Con mecanismos sutiles, todo el proyecto de este artista señala la falacia que se puede estructurar sobre convenciones que se dejan de entender como lo que son, mientras pasan a ser aceptadas como certidumbres, como puntos de partida exactos o como límites irrevocables.

Sección diagonal (2008), es una de las propuestas que permite comprender esos planteamientos de manera abarcadora. Esta instalación pictórica, con muy escasos elementos genera un impactante extrañamiento con respecto al mundo que reconoce la mirada y con respecto también, al rol que la perspectiva juega en ello.

En forma categórica Sección diagonal clarifica que lo que se presenta ante los ojos es bastante diverso de lo que reconoce una visión adiestrada por las fronteras culturales. De esa manera, esta obra despliega lecturas en muy diversos órdenes (artístico, filosófico, geométrico, arquitectónico, histórico y político), al tiempo que ofrece una referencia básica sobre la versatilidad del artista en distintos lenguajes.

El trabajo de Marcius Galan transita con desenvoltura territorios de la pintura, de la instalación, del dibujo y de la escultura, permitiendo entender siempre como abstracto a lo que se considera realista o haciendo ver también la convención realista que acogen los planteamientos más abstractos, como pueden ser el punto, la línea o las formas geométricas básicas. El artista insiste de diversas maneras en que convenciones como el punto y la línea, nacen de igual manera, del análisis y de acuerdos y, que, a pesar de ser tan fundamentales y ordenadoras en su definición, se decubren igualmente en el caos que edifican las prácticas cotidianas.

Diagrama en planta y elevación, instalación producida especialmente para esta exposición (2013), es un claro ejemplo de ello. El trazado con el que comienza la exposición está inspirado en las formas con las que se propone una organización para el público en espacios institucionales, en los que la carga burocrática entra en conflicto con los parámetros de orden que se pretenden establecer. Con esa lógica, la líneas se internan progresivamente en un laberinto que invade en varias direcciones la arquitectura, hasta rehacerla en el movimiento de sus impulsos, descuidos y pasiones.

Esa estrategia de ocupar el espacio dentro de la desorientación se revela también en el conjunto de Pinturas burocráticas, en las cuales el resultado abstracto toma como soporte formas fiscales que el artista completa con pintura negra. La composición en estas obras está determinada entonces por las directrices de los formatos para descubrir en formas geométricas básicas sus planteamientos, por lo general complejos.

Con una lógica similar en Sobre la Impresición (2013) dos mecanismos abiertos de relogería intentan paralelamente y con instrumentos precarios, dibujar el paso del tiempo y su ritmo sobre la pared de la sala. En la belleza del ejercicio, queda claro que lo perfecto no es el código a través de cual se miden los minutos, los segundos y la horas, sino, el intento de registrar el movimiento en la existencia, con toda la ternura y la voluntad de comprender que hay en él.

María A Iovino